domingo, 26 de octubre de 2014

¿Qué es el fanatismo?

El fanatismo es el apasionamiento del fanático, una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones. Un fanático también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo.
Fanatismo
El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional.
 Tomado de   Definición de fanatismo - Qué es, Significado y Concepto

El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás.

De esta manera, podríamos determinar que el fanatismo se sustenta o identifica por cinco principales señas de identidad: el deseo de imponer sus propias ideas, el despreciar a quienes son diferentes, el basarse en una serie de ideas que son incuestionables, el tener una visión “cuadriculada” de las cosas pues todo es blanco o negro, y finalmente el carecer por competo de todo espíritu crítico.

 La falta de racionalidad puede llegar a tal extremo que, por el fanatismo, una persona mate a otra. Cuando el fanatismo llega al poder político, suele desarrollar todo un sistema para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores con la cárcel o incluso la muerte. 
 
El fanatismo puede darse en distintos aspectos de la vida. Hay fanáticos de algún club de fútbol (“Yo soy fanático de Boca, lo sigo a todas partes”) o de cantantes y grupos musicales (“El fanatismo que siento por Luis Miguel llevó a que me escape de la escuela para ir a comprar las entradas para el concierto”), por ejemplo.

El fanatismo también aparece en la religión, con personas que no sólo creen que sus creencias son las únicas válidas, sino que también persiguen y castigan a los que no creen lo mismo que ellos.

Dentro de los diversos tipos de fanatismo existentes hay que subrayar que el religioso es el que más daño ha ocasionado a lo largo de la historia de la humanidad pues el mismo ha dado lugar a un sinfín de guerras, de holocaustos e incluso de actos terroristas y asesinatos.

Como perfectos ejemplos de ese horror religioso que sólo ha traído muerte y destrucción merecería destacarse la creación de la Santa Inquisición durante la Edad Media. Se trataba esta de una institución dentro de la Iglesia Católica que tenía como clara misión acabar con la herejía y para ello establecía tribunales a lo largo y ancho de la geografía mundial que eran los encargados de “juzgar” a quienes se consideran brujos, ateos o adoradores del demonio.

Ese citado objetivo dio lugar a que los individuos que se situaran al frente del Santo Oficio cometieran todo tipo de injusticias y de inculpaciones a inocentes que murieron quemados en la hoguera o que sufrieron todo tipo de torturas absolutamente abominables.

Asimismo otro tipo de fanatismo religioso se vive en la actualidad dentro del seno de la religión islámica. De esta manera existen grupos que cometen toda clase de actos delictivos contra quienes no creen o piensan como ellos. Un perfecto ejemplo de las acciones de dichos grupos son los atentados que tuvieron lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001.

La psicología afirma que el fanatismo surge a partir de la necesidad de seguridad que experimentan las personas que, justamente, son inseguras. Se trata de una especie de compensación frente a un sentimiento de inferioridad.
 
 
Fanatismos: en el nombre de Dios
  El factor religioso se ha ido manifestando de una manera imponente en los últimos años, para bien y para mal. La modernidad -en sus diversas expresiones, como el liberalismo, el racionalismo y el marxismo, etc.- hizo malogrados cálculos con respecto a la religión, con aquellas predicciones sobre su desaparición cuando la razón y su hija predilecta, la ciencia, y su nieta, la tecnología, establecieran las condiciones básicas para el desarrollo feliz de la humanidad. ¿Qué quedó? La frustración y el desencanto posmoderno se están apoderando de la humanidad ante el incumplimiento de las “profecías” de la razón liberal y marxista. La religión ha ido tomando un lugar preponderante en todas partes, aunque con nuevas características: en muchos casos se trata de una religión “informal”, al margen de las grandes tradiciones e instituciones religiosas. Las rígidas instituciones religiosas tradicionales no logran llenar el vacío dejado por el fracaso del mesianismo de la razón y de la ciencia, y han ido apareciendo un sinnúmero de ofertas religiosas para una humanidad angustiada y ávida de sentido y necesitada de certezas. Esta ha sido la ocasión para que muchas instituciones religiosas -entre nosotros, la Iglesia católica- se planteen seriamente la necesidad de una renovación que responda a las nuevas condiciones culturales y espirituales de la posmodernidad…
Es en este contexto donde reaparecen algunas manifestaciones religiosas con una fuerte carga de fanatismo, que orienta la experiencia religiosa de una manera destructiva, pues se trata de verdaderas patologías o enfermedades. El fanatismo es como un virus que, cuando ingresa al universo religioso de una persona o de un grupo, produce una serie de trastornos psicológicos y sociológicos con una fachada religiosa. A la vista están, ahora, los fanatismos islámicos que, con grande profusión están señalando los medios de comunicación a partir de las acciones terroristas realizadas a partir de ingredientes religiosos. Se trata de un fanatismo que ha llegado a niveles tan destructivos que se ha vuelto una preocupación social. Aunque el fanatismo no es exclusivo del campo religioso, pues en ocasiones abundan los fanatismos políticos, lo hay en todas las tradiciones religiosas, ligado a fundamentalismos e integrismos de diversos colores, así que podemos encontrar fanáticos en todas las religiones.
¿Qué es lo que caracteriza a esta patología religiosa? Voltaire, en su Tratado sobre la tolerancia, lo definió como “una locura religiosa, sombría y cruel; es una enfermedad que se contagia como la viruela”. El fanatismo se manifiesta como una exaltación o entrega apasionada y desmedida a una idea o a unas convicciones consideradas como absolutas y que, por lo mismo, hay que imponerlas a los demás por cualquier medio. El fanático es terco y obcecado, intolerante y agresivo, rígido e incapaz de diálogo, con una visión distorsionada de la realidad y una radicalización ideológica muy intensa.
La raíz del fanatismo religioso es la angustia del hombre ante la presencia del Misterio (Dios), que tan bien ha descrito Sören Kierkegaard. La religiosidad auténtica supera esta angustia mediante la fe y la confianza que abre al hombre ante Dios, en total disponibilidad para hacer su voluntad, percibida ésta siempre “con temor y con temblor” mediante una revelación…El hombre auténticamente religioso nunca tiene una seguridad absoluta de “conocer” con exactitud la voluntad de Dios. Todos los grandes hombres de la historia de las religiones han sentido temor e incluso han vacilado ante la abrumadora presencia de Dios… Es el caso de Moisés, Isaías, Jeremías y el mismo Jesús ante el drama de su pasión. Esto quiere decir que el Misterio divino nunca es totalmente comprensible o abarcable por el entendimiento y la voluntad humanos, tan limitados e imperfectos. La actitud fanática, en cambio, intenta superar la angustia rechazando la fe y la confianza y renunciando a una entrega absoluta a Dios. El fanatismo reemplaza a la fe y maneja la inseguridad ante la presencia imponente de Dios con una actitud de dominio y de control usurpando el lugar de Dios. En realidad, los fanáticos talibanes rechazan a Alá aún cuando lo invoquen y usurpan su voluntad, imponiendo tercamente sus propios intereses de poder con una fachada religiosa. Se trata de una perversión del Islam al modo de las perversiones del cristianismo que se han dado en Occidente con las recurrentes luchas e intolerancias religiosas.
La insoportable angustia producida por la usurpación del lugar de Dios, es resuelta por el fanático deslizándose en un proceso de pérdida de la fe auténtica y de fanatización desesperada. Y cede a la tentación de convertirse a sí mismo en fuente de verdad y felicidad incondicional para los demás hombres, haciéndoles creer que obedeciendo sus dictados están obedeciendo la voluntad de Dios. Cuando el fanatismo se exacerba llega a arremeter pasionalmente contra toda oposición y cubre un amplio abanico de posibilidades, degenerando en la violencia psicológica, moral, espiritual e, incluso, física contra aquellos que no se atienen a su voluntad, e incluso contra sí mismo cuando descubre su limitación, imperfección e impotencia, llegando a desencadenar el terrorismo bajo una forma religiosa.
El fanatismo religioso es un fenómeno que, cuando combina con otros factores de carácter económico, político e ideológico, puede tener consecuencias desastrosas. Este puede ser un ingrediente muy presente en algunos de los movimientos terroristas que se han puesto en el centro de la escena mundial, de ahí que sea de mucho interés el identificar y caracterizar la naturaleza de estas patologías religiosas, capaces de las acciones más perversas en el nombre de Dios. ( 1 )

 html.rincondelvago.com/fanatismo-religioso.html

¿Bullying en la familia?

¿Bullying en la familia?

Rosario Prieto
15 octubre 2014
Sección: Familia y actualidad

Bullying, esta palabra tan tristemente de moda, se ocupa para definir la devastadora acción de lastimar a otro ser humano. Comprende la burla, la indiferencia, las ofensas, el maltrato, el rechazo, el hostigamiento, el abandono, la violencia… entre otras cosas, que se presentan a diario, de una y mil maneras, en los diferentes ambientes, en personas de cualquier edad, raza, sexo y condición social.
Es durísimo darse cuenta de que un ser humano pueda ser tan cruel y despersonalizarse al buscar provocar dolor en otro y causarle algún daño, con o sin conocimiento, de las consecuencias devastadoras sobre la persona agredida y sobre la persona que agrede, porque sin duda nadie gana, todos pierden. Lo más grave es, que lo que se pierde es; autoestima, aceptación, seguridad personal, confianza y las huellas del dolor que se causan son profundísimas, al nivel más íntimo personal. El remedio, la cura, es todo un proceso de sanación que podría durar toda la vida.
Y… estamos acostumbrados de alguna manera, terrible por cierto, a oír casos espeluznantes de abusos en las escuelas, entre jóvenes universitarios o en colegios entre adolescentes y/o niños… Reprobable rotundamente, pero ¿que me dices de cuando el abuso, el rechazo, la burla, la ofensa, el maltrato se da en casa? … Igual de terrible… o quizás más terrible aún…
Porque la familia es el primer contacto que tiene el ser humano con el mundo que le rodea, es en donde aprendemos a ser personas. Es en la familia, donde debe haber, ante todo, un ambiente que brinde un profundo respeto hacia cada integrante, que proporcione seguridad, aceptación, confianza y amor incondicional al ser, desde que es concebido, hasta siempre.
Los padres son las personas que deben rodear de atenciones y amor a aquellos dones maravillosos, los hijos, para su sano desarrollo y crecimiento, para su formación persona. Física, psicológica y espiritualmente hablando, son el padre y la madre los primeros educadores de la persona que nace en su seno.
¡Papás! ¡Mamás! Ustedes son los responsables de propiciar un ambiente en donde los hijos se sientan seguros, protegidos, amados por quienes son, pase lo que pase, hagan lo que hagan, digan lo que digan. Porque el amor de padre reconoce el valor de la existencia del hijo, de cada hijo, como un ser único e irrepetible, con una dignidad altísima, por cuya integridad han de velar.
Este amor en familia, se ha de manifestar en buen trato, en expresiones de cariño, en reconocimiento de las virtudes, cualidades y fortalezas de cada uno, en aceptar como son y cómo pueden llegar a ser. Sabiendo que se van a equivocar no una, sino mil veces y con amor han de ser corregidos cada vez que lo necesiten, así como han de ser abrazados, mimados, motivados, acompañados, más de lo que creemos que es necesario. Siempre enseñando el camino correcto para que se enamoren de la verdad y por convicción la sigan, comportándose así como niñas y niños que caminan construyendo su propio camino y que podrán enfrentar todo en la vida de la mejor manera.
Dile todos los días, a cada uno de tus pequeños y a los no tan pequeños: Te amo, te quiero, me encanta tu presencia, me hace feliz que existas, tu puedes, lo lograrás, saldrás adelante en lo que te propongas, te enseño, te ayudo, no te quedes ahí solo, te espero, hagámoslo juntos, platícame de ti, me interesas, confío en ti, eres capaz… Y destierra todo aquello que se opone a lo antes descrito.
Tú conoces tu corazón; papá, mamá, si es necesario pide perdón e inicia un nuevo modo de vivir en familia, lleno de amor y ternura, atacando el bullying de raíz. Esto también marcará su vida para siempre con una sonrisa en su rostro y en su corazón.