1. Jesús es un nombre dulce que alimenta la esperanza; nombre que es, como dice San Bernardo, júbilo para el corazón, melodía para el oído y miel para la boca.
2. Si tú predicas a Jesús, Él ablanda los corazones y dulcifica las ásperas tentaciones. Si piensas en Él, domina tu corazón. Si lo lees, sacia tu mente.
3. Tan pobre como es la mesa que carece de pan, así la vida ms ejemplar resulta vacía si le falta amor.
4. El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree.
5. Cristo nos ha sido dado por el Padre para que al vivir por él, lo amáramos; sin él vivir es morir.
6. Dos cosas, el amor de Dios y del prójimo, hacen perfecto al hombre.
7. La acción, sin la oración, no tendrá ni luz ni sabor.
8. La fe debe estar animada por el amor.
9. Dios fija la mirada en el corazón cuando infunde la luz de la contemplación.
10. Quienes quieran adquirir la fe en Dios, la caridad hacia el prójimo, la penitencia hacia sí mismos, es necesario que vivan en la quietud del espíritu y en la dulzura de la contemplación.
11. Si injurias a un niño, si lo provocas, si lo golpeas, pero después le muestras y ofreces una flor, una rosa o cualquier cosa similar, él olvida rápidamente la ofensa, abandona la ira y corre a abrazarte. De igual modo, si has ofendido a Cristo pecando mortalmente, o lo has injuriado, si le ofreces la flor del arrepentimiento, la rosa de una confesión llena de lágrimas, que son la sangre del alma, Él, Cristo, ya no se acordará de tu ofensa, te perdonará la culpa y correrá a abrazarte y a besarte.
12. Quien un día quiera participar al gozo del banquete celestial en el paraíso, que considere la potencia del Señor, la sabiduría de Dios, la misericordia del Padre, considere la potencia para temer, la sabiduría para conocer, la misericordia para confiar.
De los Sermones de Cuaresma
¡Qué grande es la vanagloria de creerse que pueda el hombre hacerse Dios! ¡Desgraciado! Por haber querido vanamante divinizarte te has rebajado hasta infrahumanizarte.
¡Oh bondad de Dios! ¡Oh dignidad del penitente! Aquél que habita en la eternidad habita en el corazón del humilde y en el espíritu del penitente!
Me confieso con un hombre, pero no como a un hombre, sino como a Dios.
David tiró por tierra a Goliat con la honda y una piedra; así Cristo con la honda de la humanidad y la piedra de la Pasión venció al diablo. Casa de Dios llaman también a la confesión por la reconciliación del pecador. En ella se reconcilia el hombre con Dios, como se reconcilia el hijo con el padre cuando éste le recibe en la casa paterna.
Si en la casa de la confesión se hace oir la sinfonía del canto y de la compunción amarga, responde inmediatamente al unísono el coro de la divina misericordia para perdonar los pecados.
Roguemos al mismo Jesucristo, Hijo de Dios, y pidámosle insistentemente nos conceda llegar con espíritu contrito al desierto de la confesión y merezcamos recibir esta cuaresma, el perdón de nuestras iniquidades.
jueves, 12 de junio de 2014
SAN ANTONIO DE PADUA: ESPIRITUALIDAD Y PENSAMIENTO
Más allá de la imagen; el Antonio
sacerdote, de carne y hueso. Su obra teologal.
Llegados a este punto quisiera plantear, luego del suscinto esbozo previo -sobre la espiritualidad/pensamiento de san Antonio- alguna suerte de conclusiones, o elementos de síntesis, abiertos a ulteriores desarrollos y a la confrontación de ideas, puesto que el tema propuesto es basto y lleno de pistas que se podrían seguir.
Patricio
Grandón Z
En la
carta de Juan Pablo II, con motivo de la celebración del Octavo Centenario del
Nacimiento de San Antonio, nos encontramos con una muy sugerente invitación a
"difundir un conocimiento adecuado del santo taumaturgo". El
acento puesto en el "conocimiento adecuado" se torna toda una
suerte de desafío a mirar, y a comprender, a Antonio de Padua desde otra
perspectiva, buscando poner de relieve, según parece, los elementos propios del
"Antonio de la historia", como una forma de completar, y mejor
comprender, en la perspectiva de una visión más integral e integradora, la tan
conocida y difundida imagen del "Antonio de la piedad y la devoción".
Visión que para nuestra sensibilidad actual suele aparecer como demasiado
legendaria y con rasgos hasta increíbles, pero que sin embargo tiene un
profundo arraigo y relevancia en la piedad popular y en la fe sencilla del
pueblo creyente de todas partes del mundo, tanto dentro como fuera del mundo
cristiano.
0 Sin desconocer la fuerza, y
significación profunda, de la imagen del "Antonio de la piedad y la
devoción", quisiera intentar una lectura, y consecuentemente una
interpretación, más por el lado del "Antonio de la historia",
pero no con la cualificación del investigador científico, que no poseo, ni con
la perspectiva de la crítica historiográfica, que desconozco, sino más bien con
la óptica de un "lector atento" que desarrolla algunas
intuiciones, que hace algunas preguntas y que intenta establecer algunas
simples relaciones entre los hechos y sus posibles significados, en términos de
lo que se puede considerar como espiritualidad y pensamiento de San Antonio de
Padua.
El intento de establecer lo que
podría comportar la espiritualidad y el pensamiento de San Antonio, tiene para
mí algunas acentuaciones particulares que quisiera establecer de entrada, a
modo de hipótesis de trabajo. De aquí que quisiera referirme a San Antonio de
la siguiente manera:
* En relación con el ámbito
específicamente franciscano o de su relativamente corta permanencia en el
movimiento franciscano (8 a 10 años aproximadamente). Y esto porque muchas
veces da la impresión que hemos recepcionado un san Antonio como desligado de
lo franciscano; como no teniendo mucha relación con Francisco o con el
movimiento franciscano inicial y en su primera evolución, al menos tal cual
solemos entenderlo hoy.
* En esta perspectiva es necesario
comprender que Antonio pertenece a la generación que no se ha formado bajo la
guía y presencia directa de Francisco, por tanto no pertenece al núcleo
original de compañeros de Francisco. Antonio pertenece a la generación que hace
el paso de la fraternidad primitiva a la de la Orden organizada en Provincias;
de la fraternidad propiamente itinerante a la fraternidad establecida en
"pobrecillas moradas".
* De lo anterior surgen dos
cuestiones importantes para el "adecuado" conocimiento de
Antonio: la primera es que El Santo aparece situado y actuante como "protagonista"
de un momento clave, grave y decisivo de la evolución del movimiento
franciscano en sus orígenes y primera evolución orgánica. La segunda, emerge si
tenemos en cuenta la "distancia-diversidad" entre Francisco y
Antonio, podemos intuir la diversidad, y consecuente riqueza, de composición y
de componentes del movimiento franciscano en sus inicios. La diversidad aquí la
entendemos como riqueza y no como desvinculación, lo cual constituye una suerte
de pista válida contra toda posible consideración uniformante de los orígenes
del movimiento franciscano en su primera evolución.
En lo que se refiere al modo de
proceder en este intento por establecer la espiritualidad y el pensamiento de
san Antonio, estaría pautado de la siguiente manera: relevamiento de algunos
puntos claves o significativos del "decenio franciscano" de
san Antonio y leer a partir de ellos, los posibles elementos de espiritualidad-pensamiento
antonianos. Y esto buscando enunciar-describir sucintamente el hecho y luego
proponer una interpretación del mismo, procurando su posible proyección
actualizada. En suma, el procedimiento sería: hecho-acontecimiento;
interpretación (espiritualidad-pensamiento) y proyección.
1.
LITURGIA, ESCRITURA Y CONTEMPLACIÓN
Esta robusta triada va a marcar
la primera formación y experiencia del joven Fernando por casi un decenio,
primero en la canongía regular agustiniana de San Vicente de Fora en Lisboa y
luego en la de La Santa Cruz de Coimbra. Decenio, casi, que culminar con su
ordenación sacerdotal y que constituir su "primera" respuesta
al llamado de Dios, nacida en los albores de su adolescencia lusitana
. Tiempo largo es este, pautado
por la vida regular de una gran comunidad de canónigos que se inspiran en la
regla de san Agustín y que en su formación privilegian la teología positiva
basada en el estudio de la Sagrada Escritura y la tradición de los Padres, como
el medio para acceder a la oración-contemplación, celebrada solemnemente en la
liturgia y que alternan con algunas actividades pastorales y asistenciales.
Tiempo largo vivido en el diario contacto con las fuentes de la
revelación-salvación que los canónigos regulares de san Agustín, y Fernando con
ellos, intentan desentrañar, celebrar y poner en práctica.
La espiritualidad y el
pensamiento formados, celebrados y practicados a partir del texto sagrado
comentado por los Padres, especialmente san Agustín, san Jerónimo, san
Gregorio, san Bernardo, basándose en el ya establecido cuádruple sentido de la
Escritura: literal, alegórico, tropológico y anagógico. Todo lo cual se
complementaba con la teología de las "Sentencias" de Pedro
Lombardo y con el estudio de las ciencias naturales de la ‚poca, recogidas,
sobre todo, en las llamadas "Etimologías" de san Isidoro de
Sevilla.
Fernando se inserta, de este
modo, en la tradición de la espiritualidad bíblico-monástica y su consecuente
teología positiva de comentario del texto bíblico, en el momento en que empieza
a ganar terreno en las universidades una teología más especulativa y racional,
que recoger las aportaciones de Abelardo y la impronta del recientemente
descubierto, en occidente, Aristóteles, y que andado el tiempo llegar a su
culminación en las Summas de la llamada Alta Escolástica.
Esta primera formación basada,
preferentemente, en el texto sagrado va a ser una impronta imborrable de la
espiritualidad antoniana. Una emergente constante en el Antonio predicador y en
el Antonio docente de sus hermanos. De esta impronta da testimonio claro su
"Opus Evangelicum" o "Sermones" y también su forma de vida,
"según la forma del santo Evangelio" en el movimiento franciscano.
Un significativo punto de
acercamiento es este centrarse en el texto sagrado, entre la espiritualidad y
pensamiento antoniano y la sensibilidad latinoamericana que sigue intentando
construir una espiritualidad cristiana y eclesial a partir de la Palabra
vivida, reflexionada y contrastada con la realidad desde el texto leído en la
comunidad eclesial de base.
2.
CRISIS, DESEO DE MARTIRIO Y
DESCUBRIMIENTO DE LA VIDA EVANGÉLICA
DESCUBRIMIENTO DE LA VIDA EVANGÉLICA
La vida regular de Fernando, en
la gran canongía de La Santa Cruz de Coimbra, se va a ver impactada y
transformada al saberse la noticia del martirio de los cinco primeros
franciscanos en Marruecos. Movido por este acontecimiento, según atestigua la
"Assidua" (5,5), Fernando va a manifestar a los franciscanos de San
Antonio dos Olivais, ser admitido en la Orden Franciscana, previa dispensa de
su condición de agustino, con el propósito de ser enviado a tierra de
sarracenos para sufrir el martirio. De modo que el motivo inmediato de Fernando
para hacerse franciscano es el deseo de martirio.
El cambio de nombre de Fernando a
Antonio y la convivencia con los hermanos en san Antonio dos Olivais van a
marcar la primera etapa en la iniciación franciscana de Antonio. Luego de un
breve tiempo de conocimiento y formación en la vida "según el santo
Evangelio", Antonio parte para Marruecos, pero su deseo de martirio se
frustra y se trastoca por la enfermedad que lo inutiliza para la misión. Debe
volver a Portugal, pero en el intento los vientos van a terminar por
depositarlo cerca de Messina. Aquí se entera de la celebración inminente del
Capítulo General de Asís de 1221, el conocido como "Capítulo de las
Esteras".
Antonio pasa de canónigo regular
a franciscano, con el deseo de ser mártir, pero ve frustrado su propósito. Los
acontecimientos lo van llevando a descubrir, a través del contacto con los
hermanos en Coimbra, primero; en Marruecos, seguramente -aunque nada dicen las
primitivas fuentes-; en Messina y en el camino a Asís; en el mismo Capítulo,
donde probablemente pudo divisar a Francisco, el proyecto de vida "según
la forma del santo Evangelio", que es la propuesta central del movimiento
franciscano. Todavía otro tiempo más le ser concedido, circunstancialmente, a
Antonio para profundizar, en la práctica, dicho proyecto: su estancia en
Montepaolo donde es enviado, un poco por compasión y un poco por necesidad, por
el Provincial de Romagna, después del Capítulo de Asís de 1221 (cfr
"Assidua" 7).
San Antonio dos Olivais, la breve
y malograda estancia en Marruecos, Messina, el camino a Asís, el Capítulo de
Las Esteras, Montepaolo, son los lugares que van a marcar la "inicial
formación franciscana" de Antonio. Toda una suerte de formación
itinerante para el silencioso y desconocido hermano lusitano, que hasta aquí,
en todo, pasa desapercibido, dedicado a la oración-contemplación y a los
oficios domésticos en el éremo de Montepaolo.
Ser otro acontecimiento "no
proyectado" el que, una vez más vendrá a cambiar el rumbo en la vida
de Antonio. En Forlí, y para salir del trance, Antonio debe predicar en la
ordenación de un grupo de franciscanos y dominicos. Una circunstancia del
momento va a ser el medio para "revelar" el saber y la ciencia
bíblico-teológica de Antonio, que de aquí en más le ser encomendado,
preferentemente y casi con dedicación exclusiva, el ministerio de la
Predicación.
Esta manera de darse las cosas
para Antonio, tienen una particular relevancia para descubrir un nuevo rasgo de
su espiritualidad y pensamiento. De un lado, tenemos el "proyecto"
de Antonio (ser mártir). De otro, las circunstancias que se van dando y que van
revelando el proyecto de Dios para Antonio, en una tensión que las diversas
fuentes van interpretando, a la luz de los resultados posteriores, como la
preparación de la grandeza y santidad de El Santo y que dejan a éste, siempre
según las fuentes, en el silencio y en el pasar desapercibido, como forma expresiva
de la receptividad y disponibilidad para acoger el proyecto de Dios en el marco
de la vida según la "forma del santo Evangelio".
El encuentro entre proyecto de
Antonio y el proyecto de Dios, y la consecuente acogida de éste por Antonio,
revelan que su espiritualidad-pensamiento se enraizan en lo que solemos llamar
el Dios de la historia; el Dios que habla en los acontecimientos históricos,
para algunos "fortuitos", para otros "gratuitos".
Dios le había hablado ya a Fernando a través de la Palabra estudiada, meditada,
contemplada y practicada en el decenio agustiniano. Este hablar de Dios hace
ahora conjunción con los acontecimientos históricos de la vida del Antonio que
buscando ser mártir descubre la vida evangélica en el acontecer de la vida
compartida con la fraternidad minorítica, consolidando en El Santo la
espiritualidad-pensamiento de la contemplación de la historia, a la luz de la
Palabra y de la propia vida, como generadora de respuestas, también históricas
(el ministerio de la predicación itinerante, por ejemplo), adecuadas a las
circunstancias del tiempo y lugar.
La espiritualidad-pensamiento
antoniano del Dios de la historia, que habla en los hechos históricos de la
cotidianediad fraterna y minorítica, es otro recio punto de acercamiento y
proyección con esa convicción y búsqueda de la espiritualidad latinoamericana
que escudriña los acontecimientos de cada día y que al ser iluminados con la
Palabra, leída y compartida en la comunidad, van dejando escuchar el
habla-proyecto de Dios para el aquí, el ahora y el mañana, en cuya trama se van
elaborando las respuestas-proyectos históricas para la hodierna vida de la
comunidad humana y cristiana latinoamericana.
3.
EL MINISTERIO DE LA PALABRA
El grueso de la vida franciscana
de Antonio estuvo dedicado al ministerio de la predicación itinerante. La
Romagna, el Véneto, la Lombardia, el Mediodía de Francia, conocieron la audacia
profética, sin concesiones, de Antonio.
Este "ministerio" arrancaba del mandato de la obediencia y se apoyaba en una convicción fundamental, enunciada por el mismo Antonio en sus "Sermones": el Predicador es un HERALDO, un testigo, un enviado, un profeta; un simple portavoz. Es un "ministro" (servidor) de la Palabra, que tiene eficacia en sí misma y que debe estar siempre basada en la Palabra de Dios estudiada, meditada y asimilada. De aquí que el predicador, ministro de la Palabra, debe predicársela primero a sí mismo y luego a los demás, nunca en nombre propio, sino siempre en nombre de Dios.
Este "ministerio" arrancaba del mandato de la obediencia y se apoyaba en una convicción fundamental, enunciada por el mismo Antonio en sus "Sermones": el Predicador es un HERALDO, un testigo, un enviado, un profeta; un simple portavoz. Es un "ministro" (servidor) de la Palabra, que tiene eficacia en sí misma y que debe estar siempre basada en la Palabra de Dios estudiada, meditada y asimilada. De aquí que el predicador, ministro de la Palabra, debe predicársela primero a sí mismo y luego a los demás, nunca en nombre propio, sino siempre en nombre de Dios.
El ejercicio práctico de la
convicción precedente en la vida y ministerio de predicador itinerante de
Antonio, viene a ser la condición de posibilidad, el requisito sine-qua-non, de
la libertad, la audacia, el profetismo, sin concesiones ni claudicaciones, que
van a caracterizar el anuncio-denuncia de la predicación de Antonio, tan
resaltada, en su forma, contenido y contraste con el entorno por las fuentes
antonianas primitivas y reflejadas en el texto mismo de los "Sermones"
En esta perspectiva la espiritualidad-pensamiento
de Antonio viene marcada por el tema del anuncio como encuentro entre palabra y
testimonio de vida; entre la conciencia de ser enviado y el imperativo de vivir
en conformidad con el contenido del anuncio, en la tesitura franciscana de que
al saber ha de seguir el bien obrar, en el orden del ser y el hacer en
coherencia con el mensaje creído y anunciado.
La proximidad de espíritu e ideas
con la convicción de la espiritualidad cristiana, de los últimos decenios, de
que la vida cristiana se realiza, entre otras formas, por el anuncio de la
Palabra y el testimonio de la propia vida, como dos momentos inseparables del
ser-hacer cristianos, es más que cercana, y obvia. La actualidad de Antonio, en
este campo, se concretiza en el traernos a la actualidad, desafiando a la
actuación, aquella constitutiva originaria de la espiritualidad cristiana: la
inseparable alianza entre anuncio de la Palabra y el testimonio de la vida,
como sendas expresiones del ser-actuar cristianos en el mundo.
4.
"LEER" LA SAGRADA TEOLOGIA A LOS HERMANOS
" Al hermano Antonio, mi
obispo, el hermano Francisco, salud. Me place que enseñes la sagrada teología a
los hermanos, con la condición de que, con el estudio no se extinga el espíritu
de la santa oración y devoción, como se dice en la Regla. Amén".
Esta auténtica carta de Francisco
a Antonio nos sitúa en el contexto de la tarea de Antonio como docente de
teología, el primero en la Orden según el parecer de muchos estudiosos del
franciscanismo. El ministerio de la docencia teológica fue ejercido por Antonio
en Bolonia, el sur de Francia y Padua y según el tenor de la carta de Francisco
fue una actividad que contó con su aval y beneplácito entusiasta
El "espíritu" de
la carta va marcar, y condicionar, el tipo de magisterio ejercido por Antonio,
tanto en el contenido como en la forma, de modo que su quehacer teológico se va
a enmarcar en la forma de "Sermones" y no en el de las "Lectio",
propias del modo de hacer y enseñar teología de la época escolástica que est
comenzando a tomar envergadura y que se convertir, andado el siglo XIII, en
"la" forma de concebir, hacer y enseñar teología en
toda la cristiandad occidental, llegando a confundirse, casi, el m‚todo con el
contenido en la teología escolástica.
En el ministerio teológico-docente
de Antonio confluyen varios elementos, que le van a dar su talante particular y
que podrían sintetizarse en: su formación teológica primera, marcada por el
espíritu agustiniano; el carácter positivo, no especulativo, de dicha teología,
basada fundamentalmente en el estudio-meditación-contemplación del texto de la
Sagrada Escritura, según la tradición de los Padres; y la condición de
Francisco (cfr. CtaAnt.2) que el hacer y el enseñar teología tienen que
supeditarse al espíritu de oración y devoción y no a la razón especulativa, de
modo de llegar a hermanar ciencia y unción contemplativa, a fin de, como más
tarde dirá san Buenaventura, convertir la teología en "sapiencia".
Por otra parte, Antonio con su
ministerio teológico-docente, y Francisco con el "placet" de
su carta, están mostrando una clara capacidad de respuesta a una necesidad
socio-histórica y pastoral, interna del movimiento franciscano que ya ha
comenzado a insertarse significativamente en el quehacer pastoral de la Iglesia
por la predicación itinerante de sus miembros, y la correspondiente necesidad
de formar a los hermanos destinados al "ministerio" de la
predicación; y también externa, de la misma Iglesia que se empeña en la
aplicación de las reformas del Concilio Lateranense IV (1215), en cuyos
decretos la predicación se va a imponer como una obligación propia del
ministerio episcopal y de aquellos a quienes los obispos se lo encomienden.
En el ministerio
teológico-docente de Antonio, hacer y enseñar teología sin "apagar/extinguir"
el espíritu de oración-devoción, supone, para Antonio, su inserción en una
tradición previa: la del modo de hacer-enseñar teología de las escuelas
medievales, monásticas y abaciales, que custodian la fe y la ponen sobre la
razón; y también la de las escuelas episcopales y catedralicias que
profundizan, preferentemente, la moral y la liturgia. Por su parte, en las
nacientes universidades medievales se est dando la lucha entre razón y fe y los
intentos de sobreponerse la una a la otra. Además, Antonio es depositario de
una cultura teológica basada en la experiencia de san Agustín, con su acento en
la voluntad y el afecto -como constitutivos del quehacer teológico-, y la
cultura europea previa a la gran escolástica. De aquí que, para Antonio,
hacer-enseñar teología sea tomar la revelación y reflexionarla guiado por la
fe, haciendo un proceso de "razón al interior de la fe", que
más tarde ser amplia y sutilmente desarrollado por Escoto en los albores del
siglo XIV.
Según la carta de Francisco a
Antonio, hacer-enseñar teología es un don de Dios, al igual que el trabajo (cfr
RB 5), y por tanto también es un auténtico trabajo al interior, y exterior, de
la fraternidad. Hacer y enseñar teología es expresión-manifestación del
espíritu de oración y devoción, del cual no se puede separar ni el trabajo
manual ni el intelectual (hacer-enseñar teología), pues ambos son expresiones
del espíritu de oración-devoción. Trabajo manual y teología son formas
expresivas del orar devotamente, del obrar según el Espíritu, al que hay que dejar
operar y actuar en todas las formas del ser y quehacer franciscanos. Dicho de
otra forma: hacer-eneseñar teología, en el espíritu de oración-devoción, es
agregar a la acción de las manos (en el caso del trabajo manual) y a la
inteligencia (en el caso del trabajo intelectual), la acción del corazón que ve
más allá, puesto que opera por amor y que transforma en don el "leer"-"aprender"
teología. De esta forma la escuela de teología, franciscano-antoniana, deviene
no sólo en aula de ciencia y erudición, sino en escuela de sapiencia y de vida
que transforma la acción de enseñar y aprender en sacramento de gracia. Lo que
Francisco quería, y por su beneplácito Antonio parece haber encarnado, es que
todos los hermanos, sin distinción, se edifiquen unos a otros comunicándose los
propios dones.
Una teología hecha, enseñada y
aprendida sin apagar el espíritu de oración-devoción, emerge, obviamente, como
un momento segundo, al interior mismo, de la espiritualidad
cristiano-franciscana-antoniana; como una expresión de lo
orado-contemplado-vivido; como el momento reflexivo de la vida según la forma
del santo Evangelio en el mundo y desde la fraternidad. El quehacer y la
docencia teológica como una expresión de la fe orada y vivida, desde la
comunidad creyente inserta en la realidad, contemplada a la luz de la Palabra,
compartida y celebrada en la misma comunidad.
Hacer, y enseñar, teología sin
apagar el espíritu de oración-devoción, tal como se ha descrito más arriba, nos
aproxima bastante al talante metodológico y de pretensión de la teología
latinoamericana y su consciencia de ser momento segundo en la vida de la
comunidad creyente. Momento necesario, pero segundo, que sucede a la acción del
Espíritu actuante en la historia y en la vida de la comunidad creyente (momento
primero). Quehacer teológico y docente como ministerio de
reflexión-sistematización de la vida y testimonio creyente de la comunidad en
el mundo y como ministerio para la vida de esa misma comunidad en el mundo.
5.
ADAPTACION DEL "ESPIRITU" DE LA "LETRA" DE LA REGLA
Es difícil imaginar cómo pudo
Antonio desarrollar en su ‚poca tantas y tan serias actividades, como la
agotadora tarea de predicador itinerante, lector de teología en las casas de la
Orden y, además, durante cuatro años "ministro y siervo de los
hermanos", primero como Custodio en Limoges (1226, año de la muerte de
Francisco) y luego Provincial de Romagna (1227-1230).
El ministerio de "animación
y corrección" de los hermanos, lo va a ejercer Antonio en un momento
particularmente decisivo, y grave, de la evolución y vida del movimiento
franciscano: a partir de 1224, y con la venia de Francisco, la Orden había
empezado un proceso de evolución que la llevó de la itinerancia de sus primeros
quince años de existencia a la fijación en moradas estables, que a tenor del "Testamento"
de Francisco, debían ser "pobrecillas" de modo que no hicieran
perder a los hermanos la conciencia de ser "viajeros y forasteros en este
mundo" (cfr Test. 24).
El paso de la itinerancia
original a la fijación en moradas "pobrecillas", ponía sobre
el tapete el decisivo tema de la fidelidad a los ideales evangélicos,
especialmente en torno al tema de la pobreza-minoridad, nudos centrales de la
espiritualidad franciscana. A esta realidad "ambiental" se
sumaban otros eventos más coyunturales, como que durante la celebración del
Capítulo General de 1230 se realizó el traslado del cuerpo de Francisco a la
nueva basílica, construida con asombrosa rapidez, al igual que el "sacro
convento", con los oficios de Fr. Elías y con dinero recaudado en toda
la cristiandad con indulto pontificio, en contra de la tajante prohibición de
la Regla. Estos eventos pusieron sobre la mesa capitular una serie de graves
cuestiones a discutir y resolver, relacionados con la observancia de la Regla
de Francisco: el tema de la autoridad del Testamento, la obligatoriedad del
Evangelio, la capacidad de real dominio-propiedad por parte de la Orden, la
cuestión de la centralidad de la vida en "altísima pobreza".
Frente al planteo de estas
cuestiones surgieron diversas posiciones y partidos: los que sostenían la
necesidad de adaptar la "letra" de la Regla a las reales
circunstancias de la evolución de la Orden; postura encabezada por Fr. Elías;
los que veían con preocupación el rumbo que las cosas habían tomado en manos de
los anteriores; el grupo de los llamados "fieles" al ideal
primitivo. En este último grupo se situaba Antonio, y el general Juan Parenti,
quienes hubieran querido que la Orden, en el Capítulo mismo, asumiera la
responsabilidad de encauzar rectamente la adaptación de la Orden de acuerdo con
el "espíritu" de la Regla. Pero el Capítulo, por mayoría, decidió
remitir la solución al Papa, para lo cual designó una comisión de seis
hermanos, "eminentes por su ciencia y amor a la Orden", cuya lista
estaba encabezada por Antonio. La gestión tuvo como resultado la bula "Quo
elongati." de Gregorio IX (28 de setiembre de 1230) y su decisión de
no obligatoriedad del Testamento. Esta bula es la primera declaración
pontificia acerca de la Regla franciscana.
Antonio emerge aquí como
protagonista de un momento crucial de la evolución institucional del movimiento
franciscano y adhiriendo a la postura del "espíritu" de la
Regla adaptado a las circunstancias evolutivas de la Orden, lo cual viene a
mostrar cómo en poco tiempo, casi un decenio apenas, había logrado empaparse
del espíritu de Francisco y también la capacidad de realismo para evaluar
ponderadamente la evolución de la Orden. Esta suerte de realismo de Antonio nos
sitúa en esa tarea siempre presente a la vida del movimiento franciscano: ser
fiel a la inspiración de Francisco en las cambiantes circunstancias de cada
tiempo, momento y circunstancia, buscando la forma, y el contenido, de ser
fieles a la vida según la forma del santo Evangelio, sin caer en anacronismos
y, a la vez, sin traicionar las intuiciones primigenias de Francisco, cuya
radicalidad y universalidad valórica tienen un carácter transistórico.
Por otra parte, una actitud, "centrada",
como la de Antonio surge, sin duda, de esa característica suya, de ser un
contemplativo de la historia, en este caso de la historia de la evolución
primera del movimiento franciscano, lo que le permite, en último caso,
fidelidad estricta al espíritu de la Regla y capacidad de adaptación,
equilibrada, a los procesos evolutivos e históricos de todo grupo humano, que
desde su humanidad intenta responder con fidelidad a los desafíos y coyunturas
de su historia presente, desde el lugar transistórico del espíritu que los inspira.
6.
A MODO DE CONCLUSIONES ABIERTAS
Llegados a este punto quisiera plantear, luego del suscinto esbozo previo -sobre la espiritualidad/pensamiento de san Antonio- alguna suerte de conclusiones, o elementos de síntesis, abiertos a ulteriores desarrollos y a la confrontación de ideas, puesto que el tema propuesto es basto y lleno de pistas que se podrían seguir.
7.1. Un primer núcleo de síntesis
tiene relación con un hecho que debe haber sido bastante común en los orígenes
del movimiento franciscano: la diversidad de las personas, y personajes, que
pedían abrazar la vida "según la forma del santo Evangelio".
Tal es el caso de Antonio, venido de fuera del ámbito franciscano, con toda una
cultura, formación y experiencia espiritual diversa de la del franciscanismo
propiamente tal, pero que, sin embargo, logra insertarse de modo muy
significativo, y rápido, en el ambiente franciscano, al punto de ser un
protagonista decisorio en la primera evolución institucional del movimiento
franciscano.
A esta rápida y significativa inserción en el movimiento franciscano, viniendo de "otro universo" de espiritualidad, deben haber contribuido, además de las condiciones de apertura de espíritu del mismo Antonio, la capacidad de acogida e integración de la misma fraternidad franciscana de los orígenes, muy poco estructurada y muy permeable al aporte particular de cada cual que ingresaba en la misma y que, según el propio espíritu que la anima desde la Regla, con grandes espacios para el desarrollo, la creatividad y la aportación de cada uno que pedía abrazar la vida "según la forma del santo Evangelio". En esta perspectiva deben haber resultado decisivas las experiencias de convivencia fraterna y minorítica de Antonio con los hermanos en San Antonio dos Olivais de Coimbra, en Marruecos y en Montepaolo, sobre todo si se tiene en cuenta que en dos de esos lugares, el acento de la vida fraterna estaba puesto en la actividad contemplativo-eremítica en la que, según el testimonio de las fuentes, Antonio siempre hizo grandes progresos, y provechos, dada su natural inclinación a la misma y, sin duda, muy motivado, y entrenado, por su experiencia de canónigo regular agustino.
A esta rápida y significativa inserción en el movimiento franciscano, viniendo de "otro universo" de espiritualidad, deben haber contribuido, además de las condiciones de apertura de espíritu del mismo Antonio, la capacidad de acogida e integración de la misma fraternidad franciscana de los orígenes, muy poco estructurada y muy permeable al aporte particular de cada cual que ingresaba en la misma y que, según el propio espíritu que la anima desde la Regla, con grandes espacios para el desarrollo, la creatividad y la aportación de cada uno que pedía abrazar la vida "según la forma del santo Evangelio". En esta perspectiva deben haber resultado decisivas las experiencias de convivencia fraterna y minorítica de Antonio con los hermanos en San Antonio dos Olivais de Coimbra, en Marruecos y en Montepaolo, sobre todo si se tiene en cuenta que en dos de esos lugares, el acento de la vida fraterna estaba puesto en la actividad contemplativo-eremítica en la que, según el testimonio de las fuentes, Antonio siempre hizo grandes progresos, y provechos, dada su natural inclinación a la misma y, sin duda, muy motivado, y entrenado, por su experiencia de canónigo regular agustino.
7.2. Pasando a los aspectos de lo
que más propiamente podríamos considerar como espiritualidad-pensamiento de Antonio,
se podrían tener en cuenta los siguientes:
* La centralidad de la Palabra,
estudiada, reflexionada y contemplada, a la luz de la tradición de los Padres y
de los acontecimientos de la historia, como paso decisivo para la contemplación
de la historia, en el seno de la comunidad creyente y de cara al mundo.
* La apertura y escucha de la
voz-proyecto de Dios en los acontecimientos de la propia vida y en los de la
comunidad creyente en el mundo, como punto de encuentro, discernimiento y
decisión para abrazar el proyecto de Dios como propio, y como de la comunidad
creyente, para -siguiéndolo- vivirlo, generando respuestas y haciendo
propuestas en la hodierna existencia de la comunidad cristiana en el mundo.
* La estrecha unidad, en el
pensamiento y en la acción, entre la Palabra anunciada y la Palabra vivida;
entre el anuncio-denuncia y el testimonio de la propia vida, como la condición
de posibilidad, y legitimación, de un anuncio profético sin concesiones, de un
mensaje que se ha recibido para ser comunicado como enviado, como heraldo de la
Palabra.
* El quehacer teológico,
hacer-enseñar-aprender teología, supeditado al espíritu de oración-devoción,
permite hermanar espiritualidad y pensamiento, que se tornan sendas expresiones
del Espíritu actuante en el cristiano y en la comunidad. En el espíritu de
oración-devoción, el quehacer teológico se vuelve tarea de todos los miembros
de la comunidad creyente, puesto que la actividad sistematizadora es un momento
segundo, pero lo que se sistematiza-reflexiona es la vida de la comunidad misma
a la cual todos contribuyen con sus dones, experiencias y vivencias y que
algún, o algunos, miembros de esa misma comunidad creyente sirven con el
ministerio de la reflexión sistemática, de la experiencia de la comunidad creyente
en el mundo.
* La contemplación de la
historia, a la luz de la Palabra, a fin de discernir y actuar el proyecto de
Dios, en la propia vida y en la de la comunidad creyente, que vive y reflexiona
su ser-actuar creyentes (hace teología), bajo la moción del espíritu de
oración-devoción, le permite a esta comunidad de creyentes en el mundo,
discernir según el Espíritu, el modo cómo responder ante las diversas y
variadas situaciones de la cambiante historia que le toca vivir, de manera de
ir adaptando, viviendo y actualizando siempre el espíritu,
cristiano-franciscano-minorítico-antoniano, que le viene desde los orígenes y
que se hace actual, y actuante, por la acción esclarecida de la comunidad
creyente que busca adaptar el "espíritu" de la "letra" que
la inspira.
PATRICIO GRANDON
MULTIVERSIDAD FRANCISCANA
MONTEVIDEO-URUGUAY
MULTIVERSIDAD FRANCISCANA
MONTEVIDEO-URUGUAY
Suscribirse a:
Entradas (Atom)